SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El recién destituido
embajador haitiano en República Dominicana, Daniel Supplice, hizo importantes y
reveladores señalamientos al presidente Michel Martelly, lo que demuestra que
mantuvo una posición crítica respecto a la forma en que Haití ha manejado su
relación con República Dominicana, sobre todo en el asunto de la inmigración.
La carta, que publicamos completa, deja claro cuáles fueron las
razones que llevaron al gobierno de Michel Martelly a destituir al veterano
diplomático.
Supplice considera que las relaciones de Haití con República
Dominicana no sólo deben de ser manejadas por los haitianos desde la lógica de
sus intereses nacionales, sino atendiendo también al diálogo constructivo con
sus vecinos dominicanos y a la racionalidad.
“La gestión de las relaciones entre Haití y la República
Dominicana exige de los diferentes actores una actitud, racional, razonable,
donde no caben el amateurismo y la improvisación”, advirtió el recién
destituido embajador haitiano.
Asimismo, le expresa al presidente Martelly que en doscientos
once años Haití no ha tenido éxito en reducir las diferencias socioeconómicas o
atenuar sus problemas de diferencias étnicas internas.
“Tampoco hemos logrado entregarles a nuestros ciudadanos un acta
de nacimiento que pruebe que ellos existen y crear una situación interna que
habría evitado que millones de haitianos y haitianas salieran del país a
cualquier precio y, a veces, en cualquier condición. Si no aceptamos el hecho
de que existe un problema, no habrá solución”, precisa.
A continuación la carta:
EMBAJADA DE LA REPÚBLICA DE HAÏTI
SANTO DOMINGO, R.D.
Santo Domingo, 21 de julio 2015
Su Excelencia Michel Joseph Marbellí
Presidente de la Republique de Haití
Su escritorio
Señor Presidente,
Después de haber tenido durante noventa y dos (92) días con
honor, respeto, conciencia y patriotismo la enseña bicolor nacional en el
territorio de Duarte, Sánchez y Mejía (sic.), hoy tengo el honor de presentarle
sin mácula en estos pliegos gloriosos el sentimiento patriótico de haber
tratado de ser útil.
Le ruego que crea que la decisión de hacer este gesto simbólico
no es ni el resultado de una emoción pasajera ni un cálculo interesado en ver
una agenda vergonzosa. El hábito de instrucciones claras y precisas, coherentes
y en armonía con las reglas del juego de la diplomacia y la ética en la
administración pública terminaron por hacer de mí (después de todo este tiempo)
un cuadro ansioso de resultados y que sobre todo toma en cuenta el peso de la
realidad objetiva de las cosas y las relaciones.
Es con calma, sabiduría y
perspicacia que se resuelven los conflictos entre Estados. La gestión de las
relaciones entre Haití y la República Dominicana exige de los diferentes
actores una actitud, racional, razonable, donde no caben el amateurismo y la improvisación.
La República Dominicana es un vecino con el cual estamos
condenados por la geografía a vivir juntos a pesar del desarrollo desigual que
acompaña a un diferencial marginal de acceso a bienes y servicios.
Le escribí varias cartas que
lamentablemente han quedado sin respuesta, y en mi último informe del 14 de
julio, tomé la precaución de reiterarle la urgencia de que la diplomacia
haitiana tenía que gestionar la crisis no sólo en la lógica de la de los
intereses nacionales, sino también de favorecer el diálogo constructivo.
Es responsabilidad del embajador de Haití en República Dominicana velar
porque persista el equilibrio entre el respeto a nuestra dignidad como pueblo,
nuestros valores, nuestros hábitos y costumbres, mientras de manera realista se
mantiene abierta la puerta del diálogo. ¿Sabe Ud. por qué? Porque mientras
usted lee estas líneas:
1. a) miles de nuestros hermanos y hermanas siguen cruzando la frontera
“anba fil” [por debajo de los alambres] en la búsqueda de un bienestar;
2. b) decenas de mujeres y adolescentes haitianas paren cada día a sus
hijos en los centros hospitalarios dominicanos;
3. c) 44,310 jóvenes asisten a universidades estatales y centros académicos
privados, sin olvidar a los que viven en la frontera, que van a las escuelas
primarias y secundarias en territorio dominicano por la mañana y regresan por
la tarde a Haití:
4. d) muchos de ellos que, de regreso voluntariamente a su país por
numerosas razones en estos últimos días, planean regresar para retomar el
“trabajo” que abandonaron y donde cuentan con ellos:
5. e) cientos de miles más están esperando en vano por los documentos
prometidos y que les habrían permitido regularizar su estatus migratorio.
¡Esa es también la otra cara de la realidad que tenemos la
responsabilidad de manejar!
En
doscientos once años no hemos tenido éxito en reducir las diferencias
socioeconómicas o atenuar la espinosa cuestión del color. Tampoco hemos logrado
entregarles a nuestros ciudadanos un acta de nacimiento que pruebe que ellos
existen y crear una situación interna que habría evitado que millones de
haitianos y haitianas salieran del país a cualquier precio y, a veces, en
cualquier condición. Si no aceptamos el hecho de que existe un problema, no
habrá solución.
Señor Presidente:
Yo entiendo a Haití en la lógica de su pasado, en los meandros de su
historia, en sus pasos en falso, con sus estados de ánimo, sus ambiciones, pero
sobre todo con sus deficiencias, debilidades, limitaciones y decepciones.
Conozco también a nuestros hermanos y hermanas con su amor por la vida,
su amor a la Patria, el respeto hacia los Padres Fundadores, el orgullo de ser
afrodescendientes, pero también con su desdén por la verdad y la actitud a
menudo irresponsable en el manejo de la res publica.
Usando una metáfora que usted comprenderá, aquellos que viajan en el
“har” temprano no lo dejan hasta el final. Yo generalmente hago el recorrido
hasta el final, pero algunos contratiempos a veces me obligan a un cambio de
itinerario para evitar cualquier desafortunado juicio de la Historia.
Señor Presidente:
El país espera que usted sea firme y que no sea prisionero de relaciones
pasadas o consejos que vienen de fuentes sospechosas. El pueblo le tuvo
confianza al permitirle acceder a la más alta magistratura del Estado. Por lo
tanto, cuenta con usted.
No soy el primer embajador de Haití en República Dominicana a recordar,
pero espero ser el último en evitar que precisamente al otro lado de la
frontera se siga creyendo que si la derrota de la inteligencia parece ser la
constante nacional, el fracaso de la política parece serlo también.
Así que regreso a casa, para reunirme con los miembros de mi familia,
reencontrar el calor de mis relaciones, revivir esta cultura que me impregna,
mientras espero lo mejor para Haití.
Representar y servir Haití en la República Dominicana ha sido un gran
honor para mí.
Reciba, Señor Presidente, mis muy patrióticos saludos,
Daniel Supplice
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