La batalla del 30 de
marzo, en Santiago, marca la consolidación de la Independencia Nacional
proclamada 28 días antes, que también salió airosa de otra gran ofensiva
militar emprendida por el ejército haitiano el 19 de marzo en Azua.
Al
mando de los generales José María Imbert y Fernando Valerio, el ejército
independentista, de reciente formación, pudo vencer a las tropas de herencia
napoleónica, comandada por el general Jean Lois Pierrot, compelidas a retirarse
de la hidalga plaza acosada por la artillería y fusilería de los patriotas.
Además de afianzar el
proyecto independentista, la batalla de Santiago fue un gran ejemplo de lo que
es capaz de realizar un pueblo cuando hala la cuerda en la misma dirección,
pues esa resonante victoria se logró gracias a la participación o colaboración
de los distintos sectores de la entonces sociedad dominicana.
En efecto, Matías Ramón
Mella, el patricio que disparó el trabucazo de proclamación de la
Independencia, ante la Puerta de la Misericordia, emprendió junto a Pedro Mena
una valiosa gestión de recolección de fondos entre personas pudientes de Santo
Domingo para adquirir las armas que se usarían en esa batalla.
Gente
con o sin experiencia militar llegaron a Santiago para ponerse a disposición de
los generales y fueron útiles en la excavación de fosos para impedir el avance
de las tropas haitianas o en la manipulación de machetes para enfrentar cuerpo
a cuerpo al invasor.
En
ese episodio glorioso de la historia nacional se conjugaron fervor patriótico,
valor, arrojo y elevado espíritu de unidad en el propósito común de consolidar
la separación de Haití y fundar una nación libre e independiente, como lo
concibió Juan Pablo Duarte.
Las
presentes y futuras generaciones han de heredar, no sólo el ente jurídico que
se identifica como República Dominicana, sino el irrenunciable compromiso de
defender hasta con la vida si fuere necesario el sagrado principio de soberanía
nacional.
Al
conmemorarse hoy el 170 aniversario de la Batalla del 30 de Marzo, una patria
agradecida recuerda y saluda con respeto y orgullo a los hombres y mujeres que
enfrentaron y derrotaron al ejército invasor en la gloriosa plaza de Santiago.
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