La región del Cibao fue escenario de fuertes contingencias durante este año, tanto de fenómenos naturales como sociales, que han dejado huellas y traumas para el porvenir inmediato. Las autoridades gubernamentales tienen ahora el reto de atender una serie de flagelos y seguir avanzando en la que consideran la zona más rica y productiva del país.
Durante el otoño, fue impactado con los devastadores efectos de intensos aguaceros que dejaron decenas de muertes, heridos y pérdidas materiales preliminarmente calculadas en miles de millones de pesos.
En el Noroeste, la liberación de millones de metros cúbicos de agua del embalse de Tavera, causó inundaciones donde cientos de viviendas fueron destruidas y averiadas, obligando a sus habitantes a salir precipitadamente.
Así mismo, aumentaron los niveles de inseguridad ciudadana, con acciones delictivas de todas las características, incluyendo el alto índice de menores de edad envueltos en situaciones de conflicto con la ley.
Además, en varios lugares de esta región se registraron casos de linchamiento, cuando comunitarios traten de hacerse justicia por su propia iniciativa.
Este 2016 se caracterizó también por problemas en los servicios de salud y, especialmente, por el deterioro en las condiciones de los centros hospitalarios.
A mediados de este año y en medio de un torrencial aguacero, las corrientes de las calles aledañas penetraron a varios centros de salud, afectando al personal de servicio y los internos en las plantas bajas. Se desató un brote de tuberculosis que implicó la amenaza de los médicos residentes y pasantes de retirarse de sus labores.
En cuanto a la economía, durante el año que ya termina, varios renglones se vieron afectados por el temporal lluvioso y los problemas del comercio con Haití, donde se exportan gran cantidad de alimentos.
Las pérdidas en las plantaciones agrícolas y ganaderas fueron altas, calculándose solamente en las fincas bananeras en tres mil millones de pesos.
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