
En dicho
encuentro, Martí le ofrece a nombre de
la delegación del Partido Revolucionario Cubano la jefatura del ejército
libertador.
Gómez aceptó la dirigencia
política de Martí, cuya visión y personalidad de líder posibilitaron el
financiamiento y organización de las principales expediciones. Más adelante, en
marzo de 1895, ambos líderes firmaron el manifiesto de Montecristi, en el cual se recogen los lineamientos y el programa de
la nueva revolución que se reinicia después de largos años de ardua y paciente
preparación.
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